banner
    

Segunda Época | Mes NOVIEMBRE/2016 | Año 2 | No. 20

indice

Máximo Gómez Báez. Semblanza

Amarilis Terga Oliva

Máximo Gómez Báez, la página de hijo adoptivo de Bayamo

Aldo Daniel Naranjo Tamayo

Carta de Máximo Gómez Báez

 

El sueño del Guerrero: un sueño del General Máximo Gómez

Arsenio J. Rosales

indice_b
Máximo Gómez Báez. Semblanza

Amarilis Terga Oliva

Máximo Gómez Báez nació en Baní, provincia de Peravia, ubicada a 84 kilómetros al Oeste de Santo Domingo, capital de la República Dominicana, un 18 de noviembre de 1836. Su deceso ocurrió en La Habana el 17 de junio de 1905. Alcanzó el grado de general en la Guerra de los Diez Años. Durante la guerra de 1895, enfrentó a las huestes españolas como general Jefe de las tropas independentistas cubanas.
Fueron sus padres Andrés Gómez Guerrero y Clemencia Báez Pérez. La infancia y adolescencia de esta personalidad transcurrió en su tierra natal. A los 16 años se unió al ejército dominicano en la lucha contra las invasiones haitianas encabezadas por Faustine Soulouque. Obtuvo el grado de alférez. Luchó en pro de la restauración republicana en su nación. Participó en el combate efectuado en la sabana de Santomé.
El 1 de mayo de 1865 se firmó en la capital dominicana el acuerdo El Carmelo. El día 3 se expidió en Madrid un decreto emitido por la Corte referido al cese de la anexión de Santo Domingo a España. La monarquía española perdió 20 millones de pesos y 20 000 bajas. Sus tropas fueron evacuadas de dicha nación. El joven Máximo Gómez se encontraba entre los oficiales de la reserva.
Arribó a Cuba a bordo del vapor Pizzarro en compañía de su familia. En 1866 se estableció en el ingenio Guanarubí, ubicado en El Dátil, jurisdicción de Bayamo. Allí se dedicó a la agricultura y la expedición de madera preciosa. En enero de 1867, su amigo José Vázquez le informó acerca de las conspiraciones que se realizaban en la región para la conquista de la independencia nacional.
Su decisión de luchar por la independencia cubana lo llevó a integrar una célula liderada por Eduardo Bertot Miniet. Al comienzo de la gesta libertaria, se unió a la misma junto a Esteban Estrada, Francisco Maceo Osorio, Lucas del Castillo y otros patriotas. Le fue otorgado el grado de sargento. Luego fue ascendido a mayor general por Carlos Manuel de Céspedes en la finca Santa Isabel situada próxima a Bayamo. El patriota partió a la jurisdicción de Santiago de Cuba junto al mayor general Donato Mármol Tamayo. Participó en el enfrentamiento en Tienda del Pino reflejado en su Diario de Campaña. El hecho ocurrido en Pinos de Baire o Ventas de Casanova constituyó la primera ofensiva por la independencia cubana.
Gómez introduce, en los campos cubanos, el machete como arma para aniquilar al enemigo español. En diciembre del mismo año asumió el mando de las fuerzas mambisas en Jiguaní. En agosto de 1871 ejecutó maniobras militares en La Indiana, Sagua de Tánamo, Monte Líbano, Monte Rus, Monte Septiembre Toro y El Oasis.
Durante 1872 ocupó el poblado fortificado de Tiguabos. El 11 de junio de 1873 fue designado Jefe del Departamento Provisional en la llanura del río Cauto. En julio de 1873 reorganizó las tropas en Camagüey y Las Villas. En octubre de ese mismo año se entrevistó con el mayor general Vicente García y no estuvo de acuerdo con la destitución del presidente de la primera República de Cuba en armas, Carlos Manuel de Céspedes.
El 6 de marzo de 1878 partió hacia Montego Bay, Jamaica, como exiliado debido a su participación en la Guerra de los Diez Años. En Kingston, la capital se encontró con Manana, su esposa, las hermanas y los hijos; todos estaban sometidos a la miseria. Decidió arrendar un terreno en un monte nombrado Corbet. Allí fundó una vega de tabaco con la ayuda financiera del mayor general Julio Sanguily y el coronel Manuel Codina.
En diciembre de ese año, abandonó a su familia en dicha ciudad y partió hacia Honduras. El 9 de febrero de 1879 recibió el grado de general de división con un sueldo de 60 libras mensuales, facilidades para fomentar alguna empresa privada y la misión de organizar una fuerza militar en Amapala. El 7 de junio ocupó el puerto en dicha ciudad. El 10 de diciembre regresó a Kingston, Jamaica, debido a circunstancias personales.
El 2 de octubre de 1884 se efectuó el Plan Gómez- Maceo que consistió en hacer los preparativos para darle continuidad a la contienda por la liberación; ambos patriotas conocieron a José Martí Pérez en Nueva York. De regreso en su país natal fue sometido a prisión en la Fortaleza de Ozama por orden del presidente Alejandro Woss y Gil quien  representaba el poder español. El 9 de enero de 1886 recibió la libertad, siendo expatriado. El 31 de marzo firmó el Acta de Tups Islands en la cual dio a conocer los motivos por los que se suspendieron los preparativos para la insurgencia. José Martí lo visitó en Montecristi, República Dominicana el 11 de septiembre de 1892. Desde Santiago de los Caballeros, le envió una carta en la cual le propuso dirigir el Ejército Libertador.
El 3 de junio de 1893 el general Gómez se entrevistó con Martí en Montecristi. El 10 de enero ocurrió el revés del Plan Fernandina. El 24 de febrero tuvo lugar el inicio de la guerra de 1895. El 25 de marzo ambos patriotas firmaron  el Manifiesto de Montecristi, programa de la Revolución. En abril de 1895, desembarcaron en Playitas de Cajobabo, al Sur de Guantánamo. En otra expedición llegaron los hermanos Maceo por Duaba, cerca de Baracoa.
En pocas semanas se constituyó el Ejército Libertador. A Gómez se le otorgó el grado de  general y a Maceo lugarteniente general. Murió José Martí en Dos Ríos; este hecho ocasionó gran pesar en todos los cubanos. A finales del año comenzó la Invasión a Occidente. Consistió en una gesta militar libertadora liderada por Gómez y Maceo desde Mangos de Baraguá hasta Mantua, donde llegó Maceo en octubre de 1896.
La columna poseía mandos caracterizados por cierta flexibilidad y coordinaciones en vista de garantizar el triunfo mediante la guerra de guerrillas, según las circunstancias. Estaba al frente Antonio Maceo como lugarteniente y Quintín Bandera como general de división de Infantería. Máximo Gómez realizó la "Campaña Circular” en los alrededores de Camagüey. Esto posibilitó el reclutamiento de la población a la contienda.
Igualmente llevó a cabo una exitosa campaña en Las Villas. También tomó varios poblados como: La Majagua, Sancti Spíritus en 1897. Recibió una herida en el cuello durante el primer cruce de la Trocha Militar de Júcaro a Morón, actual provincia de Ciego de Ávila. Logró atravesar con sus tropas, cercas, puestos militares y fortines que los españoles habían declarado inexpugnables.
En la frontera de Las Villas y Matanzas, Gómez llevó a cabo el Lazo de la Invasión. Tal estrategia le permitió avanzar ante las columnas españolas, destruyéndose las líneas férreas hacia el Oriente; luego las huestes mambisas se dirigieron hacia Occidente. El hecho imposibilitó las comunicaciones. Dejó atrás las tropas enemigas diezmadas. Condujo las tropas a la ejecución de desplazamientos en cuadriláteros de dos y tres kilómetros; sin duda, los expertos generales españoles enfrentaron el suceso anonadados.
Luego la hueste se refugió en los cayos e hizo ataques por la retaguardia a las fuerzas enemigas. Se retiró al Este donde aconteció la Asamblea de La Yaya en la cual estuvo a comienzos de 1897. Máximo Gómez era nombrado El Viejo o Chino Viejo. La muerte de Antonio Maceo y de Francisco Gómez Toro, “Panchito" su hijo, sobrecogió su espíritu. Tal dolor quedó reflejado en la carta a María Cabrales, esposa de Antonio Maceo.
Inmediatamente designó como lugarteniente al mayor general Calixto García, quien ocuparía las poblaciones de Oriente. Durante 1897 Gómez junto a su tropa tomó poblados ubicados entre Las Villas y Las Tunas. Tal operación era llevada a cabo en Occidente por los generales Lacret y Mayía Rodríguez. El generalísimo se hizo célebre por la disciplina impuso a los soldados.
Las indisciplinas menores, eran castigadas con el cepo, entre otras. A los que incurrían en la cobardía, se les imponía avanzar solos hacia las filas enemigas y procurarse una o más armas, así como el uniforme. Los robos o agresiones a campesinos eran sancionados con el fusilamiento. Gómez entró en fuertes contradicciones con el Gobierno de Cuba en Armas presidido por Salvador Cisneros Betancourt por la concesión de grados militares a jóvenes de buena posición social que se unieron a las filas mambisas.
Ante los esfuerzos de muchos emigrados por lograr el reconocimiento de la beligerancia cubana en Estados Unidos, Gómez expresó: “El reconocimiento de los americanos es como la lluvia: si viene está bien, y si no, también”. Enmarzo de 1899 se produjo la intervención norteamericana y el patriota abandonó la Asamblea del Cerro. Se hallaba en el centro del país; pretendía tomar la capital para lograr el triunfo definitivo.
Reaccionó airado ante la prohibición de entrar a Santiago de Cuba a las tropas cubanas. La orden fue emitida por el general Shafter. En 1898 se trasladó a La Habana hacia la Quinta de los Molinos donde fue recibido por una multitudinaria aglomeración. Al establecerse el Gobierno Provisional, el ilustre guerrero se negó a dirigirla; refirió su condición de militar y extranjero.
Pronto tuvo desavenencias con los miembros, pues no estuvo de acuerdo con aceptar el donativo ofrecido por el Gobierno estadounidense de tres millones de pesos, a fin de reconstruir la nación. Propuso solicitar un empréstito que asegurara el descanso a los soldados del Ejército Libertador. Rehusó al surgimiento de una República endeudada.
El 12 de marzo de 1899, la Asamblea del Cerro acordó la destitución de Máximo Gómez como general en Jefe del Ejército Libertador y la eliminación del cargo. Al conocerse la noticia, las masas populares realizaron manifestaciones de condena a la Asamblea y de solidaridad con el patriota. Se escucharon las consignas: Abajo los asambleístas; viva Máximo Gómez. Durante tres días, el pueblo desfiló ante la Quinta de los Molinos como desagravio. En toda Cuba se quemaron monigotes que representaban a los asambleístas. El 15 de marzo aparecieron críticas en la prensa dirigidas a los miembros de la mencionada asamblea. Fueron acusados de propiciar la anexión.
Posteriormente se disolvió la Asamblea y el Ejército Libertador. El país no tuvo representantes. El 2 de abril Gómez le escribió a su esposa Bernarda del Toro: “Los que esperan, están desesperados. Como ya no espero nada, estoy muy tranquilo con mi inesperada situación, descargado de toda responsabilidad y gozando del cariño de este pueblo que ahora más que nunca, me lo ha demostrado, comprometiendo, por modo tan elevado y sentido, mi gratitud eterna. La actitud del Gobierno Americano con el heroico Pueblo Cubano, en estos momentos históricos, nos revela a mi juicio más que un gran negocio (...). La situación pues, que se le ha creado a este pueblo; de miseria material y de apenamiento por estar cohibido en todos sus actos de soberanía, es cada día mas aflictiva, y el día que termine tan extraña situación, es posible que no dejen los americanos aquí ni un adarme de simpatía”

separador
Máximo Gómez Báez, la página de hijo adoptivo de Bayamo

Aldo Daniel Naranjo Tamayo

En la historia de América y, en particular de República Dominicana y de Cuba, Máximo Gómez Báez ocupa un lugar relevante por sus proezas militares, llevadas a cabo en las luchas emancipadoras de  la segunda mitad del siglo XIX. En estas homéricas empresas adquirió títulos y calificativos de mucha valía, entre ellas las de Genio Militar, Maestro de Estrategas, El Viejo, El Generalísimo, el Napoleón de las Guerrillas y el General del Pueblo. 
En julio de 1865 llegó a Cuba, con veintinueve años de edad, como parte de las reservas dominicanas, derrotadas y exiliadas, por su apoyo a la fracasada restauración española en Santo Domingo. Por esos azares del destino, unos meses después pasó a la villa y puerto real de Manzanillo, donde trabajó en varios ingenios de esta comarca. Por conflictos con los esclavistas y racistas de esta población tuvo que trasladar la residencia al caserío de El Dátil, a cinco kilómetros al sur de Bayamo.
Junto a los patriotas bayameses, el joven dominicano encontró el modo más honroso de servir a un pueblo noble y trabajador. Ingresó en la conspiración independentista. Pero no fue una transfiguración exenta de peligros. En unas notas autobiográficas Gómez planteaba: “Fue a partir de entonces cuando conocí la vida del campo, y me relacioné con la conspiración, aunque un momento de peligro corrió por mi vida: el hecho de haber ido yo con los españoles a Cuba fue causa para que las autoridades vigilaran todos mis pasos; pero aquella fe y entusiasmo de mis 25 años incendiaron mi espíritu de patriota”.
Pero una vez superadas estas dudas, los dirigentes de la conspiración lo emplearon para reclutar y adiestrar hombres en las fincas El Corojo y San José en la zona del partido de El Dátil.
Llegó al fin el alzamiento del 10 de octubre de 1868 y con la luz de La Demajagua  la hora de la justicia y las vindicaciones de la lucha. De este momento Gómez escribió: “Mi cuerpo y alma se levantan de manera abnegada y comienza la lucha por la defensa de la Revolución”. El 16 de octubre de 1868 marcó  su vida y la de la Revolución, cuando puso su talento y su brazo a favor del separatismo de los cubanos.  
Desde este momento el movimiento revolucionario contó con el jefe militar indiscutido, capaz de preparar un ejército popular y aguerrido y de enfrentarse al enemigo con extraordinarias posibilidades de triunfo.
El historial del general Máximo Gómez durante los treinta años de guerra contra el coloniaje español es uno de los más impresionantes y aleccionadores de la epopeya. El mando insurrecto encontró en él a un soldado disciplinado, audaz y creativo en el arte de la guerra. Nadie se asombraba de que tomara parte decisiva en sucesos claves. Bajo su dirección se formaron grandes estrategas  militares y se foguerearon varias generaciones de cubanos. En horas cruciales brindó atinados consejos políticos. Nunca dejó de ser un humanista y un confesó militante del partido independentista radical.  Su vida sigue estando necesitada de viaje a la historia y revelarla con más hondura y frecuencia a los ojos vivaces de la curiosidad y la grandeza de los hombres-luces del ayer.  
La extraordinaria vida de Gómez es orgullo de la nación cubana. Prácticamente peleó en todas las regiones de Cuba. Cada región y localidad muestran un sano orgullo de mostrar la presencia de Gómez en sus lares, sin olvidar casi ningún detalle. Pero todo el mundo reconocía que el ilustre dominicano se empinó para Cuba desde la hirviente tierra bayamesa.
En los sondeos a Gómez no pueden faltar el bien que los bayameses hicieron al proscrito, donde forjó lazos de fraternidad con patricios liberales y amantes de la independencia. En Bayamo encontró un ambiente capaz de enrumbarlo por la obra del bien patrio y de amar como nunca la felicidad de los pueblos sudamericanos. Llevó calma a su ánimo el repensar sus idearios y ponerlos en las sendas de la humildad, la bondad y la hidalguía cívica. Entonces en el señorío revolucionario de aquellos gallardos hombres llegó la hora de la contrición y la condena de los errores pasados. Permeó su mente las hazañas de Bolívar, San Martín y Morelos. Nacía  el hombre nuevo, dispuesto a poner su mente y su brazo al servicio de la libertad cubana. Sin dudas, fue el segundo nacimiento de Gómez, el de su entrada en el linaje de los héroes de la patria americana.  
Todas estas verdades y muchas otras la tuvieron presentes los bayameses en los comienzos del siglo XX, cuando batallaban políticamente para que el general Gómez, toda una leyenda,  fuese exaltado al puesto de presidente de la República Cubana. En tanto este momento llegarse, los gobernantes del valle del Cauto tomaron una hermosa decisión. Así, el 15 de agosto de 1901 declararon a tan insigne personaje Hijo Adoptivo de Bayamo.
La moción fue presentada por el concejal del ayuntamiento de Bayamo, el capitán mambí Benjamín Tamayo Fonseca. Leyó una sinopsis de unas tres cuartillas, que le consumió unos diez minutos. Cuando concluyó los ánimos estaban ardientes, inquietos y hasta delirantes.  Los del consistorio acogían la propuesta con inequívocas muestras de satisfacción. Era lo más justo, lo más correcto con un hombre de su talla moral y revolucionaria. Nadie distendió. Por unanimidad Gómez se coinvirtió en otro hijo de la Cuna de la Independencia, en un importante referente de su aporte a la nacionalidad cubana. 
El capitán Benjamín Tamayo señaló ese día que había gratitudes tan graves e inmensas que todo pudiera parecer pálido ante el beneficio recibido. Defendía el orgullo de los pueblos, como el de Bayamo, de constar entre sus hijos a ciertos seres predestinados a cooperar a su dignificación, pero la historia, como memoria eterna que queda de los hechos, convertía en imperecedera la gratitud de ellos.  
Decía que entre sus muchos hijos, mártires unos, héroes y jamás olvidados los otros, descollaba una figura grande, rodeada de cierta aureola de gloria inmortal que, aunque de nacionalidad extranjera, vio la luz del día para amar a Cuba, sacrificarlo todo por ella y ser nuestro padre y director en la contienda armada. Esa figura era fácil de adivinar, por ser vencedor de cien combates.
Fue entonces que reveló que se trataba del incansable general Máximo Gómez, cuya historia  interminable de hechos  obligaban al pueblo cubano a tenerle como a uno de sus mejores hijos, aunque la  maldad haya tratado de eclipsarlo. Pero recalcó que esta hermosa patria también siempre existirán corazones nobles que bendijesen sus virtudes.
Destacó que desde 1867 vivió Máximo Gómez en El Dátil, es decir, dentro de la sociedad bayamesa, como uno de sus más correctos y honrados convecinos. Tras el memorable Grito de La Demajagua, se alistó en las huestes de la estrella solitaria, cual sí hubiera sido el primer hijo de este venerado pueblo. Sus primeros sacrificios y peligros fueron en Bayamo, sus primeros gritos de libertad también aquí y sus primeras ilusiones de Cuba.
De acuerdo al tribuno  estos constituían hechos más que suficientes para que pudiese la ciudad santa de Bayamo, estampar orgullosa el glorioso nombre de Máximo Gómez Báez en sus no menos gloriosas y ennegrecidas ruinas.
Declararlo Hijo Adoptivo de Bayamo fue el modo que encontraron los bayameses de  patentizarle su amor y el afecto sincero que sentía por el general Gómez. Estaban conscientes de que tal título no sólo honraba al excelso dominicano, sino también que sería orgullo y satisfacción para todos los habitantes del valle del Cauto.
Pero con este suceso no concluyó la admiración de los bayameses por el gran estratega. Llamativamente, el 23 de abril de 1942 la Delegación de Veteranos de Bayamo durante una de sus asambleas acordó solicitar al Gobierno Municipal de Bayamo la designación como Hijo Adoptivo de esta ciudad al generalísimo Máximo Gómez, en mérito a los grandes servicios prestados a la Patria.
El 4 de mayo el concejal Pedro Leal Figueredo en la corporación municipal exaltó la memoria del generalísimo Máximo Gómez y concluyó pidiendo que se tomara el acuerdo que solicitaban los veteranos de la independencia.
El concejal Armando Díaz Quintero intervino para exaltar las virtudes de Gómez y dar su voto a favor de la petición. Pero solicitó que no se olvidasen de  otro dominicano ilustre, al mayor general Luis Marcano, que al igual que su compatriota, lo dio todo por la causa de la libertad de Cuba.
De este modo, por unanimidad, los generales Máximo Gómez y Luis Marcano Álvarez ingresaron el la honrosa lista de Hijos Adoptivos de Bayamo, como homenaje póstumo.
Así pensaban y actuaban los bayameses en la primera mitad del siglo XX, viendo en el general Gómez un extraordinario revolucionario, un patriota íntegro, un internacionalista sincero, un antiimperialista a carta cabal, en fin, un ejemplo vivo para las posteriores generaciones de cubanos que, hoy, en la Cuba socialista, aman su historia y sus nobles figuras del ayer.

separador
Carta de Máximo Gómez Báez

 

                                                                                      Calabasar 22 de Oct  del  901
Señor Porfirio N Banes 
Alcalde Municipal
Bayamo.



Muy Señor Mio:


Me es grato acusar á U recibo de su muy atta Comunicacion de fecha 10 del que Cursa, juntamente Con la copia del acuerdo por el Cual se me distingue por la Corporacion que U preside Con el titulo de hijo adoptivo de esa histórica poblacion.
Muy en estima le he de tener que llevar U al animo de sus Compañeros,- Como espero sea en el de U –la seguridad de mi mas sincero reconocimiento por la muestra de aprecio de que he sido objeto por parte de Uds.
Soy Con la mayor  

Consideracion, su  atto. SS.

General.

                                  
M. Gómez.

 

Fondo Ayuntamiento Municipal Colonia. Sección Alcaldía Municipal. Serie Correspondencia, legajo 30, exp. 599.

separador
El sueño del Guerrero: un sueño del General Máximo Gómez

Arsenio J. Rosales

En una densa noche primaveral, sin luna, con agrios nubarrones, en que el tiempo presagiaba tormenta, a principios de Junio de 1898, en el Cuartel General del Ejército Libertador, en “La Demajagua”, cuando el campamento se aprestaba a dormir, en obediencia al toque de silencio emitido por el Corneta de órdenes y hasta el propio Generalísimo Máximo Gómez se tendía  disciplinadamente en su hamaca de campaña, una figura silenciosa, con paso blando y la mayor discreción se aproximó a su tienda y le pidió ser escuchado. Se trataba de un anciano venerable que, en medio del asombro o perplejidad de Gómez, se introdujo en la tienda, tomó asiento en presencia de aquel y comenzó a expresarse tan pronto el General, tomado por sorpresa, se lo permitió. 
El visitante se enfrascó de inmediato en una sostenida narración que arrancaba desde su nacimiento en cuna pobre y en lugar desconocido, cruzaba por etapas de orfandad, se adentraba en zonas de desamparo y sufrimiento, plagadas de peligros, infamias y contrariedades, pero sostenido siempre por una idea luminosa, persistente a lo largo del tiempo y que, tras vencer torturas y adversidades, consiguió materializar en forma de un gran descubrimiento: la revelación de un grandioso secreto.
El Universo entero lo saludó entusiasmado; naciones, eminencias, reyes menoscabados por su gloria y el común de las gentes celebraron su triunfo, colocándolo en alto pedestal,  apellidándolo El Glorioso. Lejos de dejarse tentar por la vanidad y soberbia, un enorme dolor  pesó sobre su alma, al tiempo que en su conciencia anidaba un enorme remordimiento, una pena semejante a la tortura del criminal en presencia de un interno como severo juez. La angustia y el pesar laceraban su espíritu contrariado, que importunaba el disfrute tranquilo de su fama y la gloria. De este modo el misterioso anciano descorrió ante el General los detalles más íntimos como terribles de su extraña tragedia. Cruzó de nuevo el Océano, interrogó las tempestades y las simas, quiso precipitarse en el abismo a fin de acallar los tormentos de su existencia, tras enfrentar por añadidura los hierros candentes de la calumnia  y la envidia. Los hombres se hicieron enemigos suyos, lo vejaron y sometieron al desprecio, abandono y olvido. “Y cuando creí curarme de mis dolores porque se cumplió el plazo y abandoné la envoltura que aquí me retenía, me elevé a la mansión en donde termina el misterio de la vida —argumentó finalmente el anciano—. Yo aparecí entonces manchado de sangre”.
¿Y tú quién eres, asesino? —Le  preguntó el General Gómez indignado, borrando de su ánimo la impresión de compasión y ternura producida inicialmente por el visitante—. 
“Demasiado desgraciado he sido, —dijo y continuó—. Si en la tierra  fui un paria  desheredado, sin asilo y sin fortuna, en la mansión de los justos me está prohibido entrar sin el perdón de dos razas; porque ha caído sobre mí —como lava ardiente de encendido volcán— arguyó, la sangre de toda una raza inocente extinguida, y desde aquella terrible hecatombe quedó marcada sobre mi nombre y mi conciencia como un hierro candente, el crimen de haberla entregado a la barbarie y a la usurpación”. 
Nos encontramos en presencia de uno de los relatos producidos por la pluma incansable de Máximo Gómez, quien en sus momentos de relativo reposo, en medio de los azahares de la guerra, alternando el furor de los combates, el vivaqueo y los instantes de descanso, solía escribir su Diario de Campaña, redactar sus  magníficas cartas o depositar con ardor y ternura en múltiples documentos, sus reflexiones de escritor y patriota. Este relato se titula El sueño del guerrero, fue dedicado a Clemencia Gómez Toro, su amada hija, está firmado por Enriquillo—un Pseudónimo suyo— y tiene por fecha de creación junio de 1898. En esos días, a finales de mayo y principios de junio del mencionado año, si nos atenemos a la correspondencia establecida con su entrañable amigo el General Carrillo, Gómez se movía con sus mambises por tierras del Camagüey —Punta Alegre, Tamarindo, Morón, Marroquín, Jicotea, Las Delicias, entre  otros sitios de la geografía—. Cuando escribió el relato lo concibió en La Demajagua.
Relato, sueño o alegoría de sus desvelos humanistas y filosóficos, esta excelente pieza narrativa tiene por eje y protagonista a una de las figuras más controvertidas, exultantes y emblemáticas de la historia de la humanidad. Gómez se adelanta como un precursor a los tiempos que han de venir y se permite  el privilegio de dialogar con una sombra, ese fantasma que en el siguiente y en los futuros siglos habrá de servir y erigirse en paradigma: materia temática para novelas, óperas y dramas. Pero dejemos que sea el propio General Gómez, su autor,  quien nos devele  su aparición nocturna, la identidad del misterioso visitante:
“Recogieron los hijos de los nuevos pobladores la desgraciada herencia de tormentos y martirios que les legó la raza desaparecida al furor de los conquistadores bárbaros y estúpidos. Y tú, insigne, ilustre guerrero que ya estás en vísperas de terminar la gran obra de la redención  de esta tierra, por mí descubierta  vengo aquí postrado —a sus pies— a suplicarte me consigas el perdón de todos los tuyos y quede cumplida la Eterna Sentencia… Soy Colón —dijo y calló…

“Un sonido estridente me sacó de aquel estado; el corneta tocó diana. Era un sueño —concluye Gómez, satisfecho probablemente de su indiscutible proeza literaria—.
separador3
 

Boletín Acento . Oficina del Historiador
Bayamo M.N., Cuba. 2016
Estos textos pueden ser reproducidos libremente (siempre que sea con fines no comerciales) y se cite la fuente.